Historia

El Pique entre la Calle del Medio y la Calle del Sol en el Tres de Mayo Realejero

 

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Lo que hoy es Avenida Doctor González fue antaño Barranco del Tornero o Tagaseite y separaba las calles del Medio y del sol, que constituyeron el núcleo inicial del vecindario del Realejos Alto. En la del Medio se afirma que moraban los propietarios de la tierra y por tal motivo se la denominaba “Calle de los Marqueses”, mientras que en la del Sol vivían los medianeros y pequeños campesinos. (Sería interesante indagar en los padrones municipales de pasadas centurias para observar con detalle algunas de las diferencias tradicionales de los vecinos, en cuanto a propiedades se refiere).

Los estudiosos señalan que hacia finales del Siglo XVIII (1770 aproximadamente) los vecindarios de ambas calles constituían dos clases sociales bien diferenciadas, y que cualquier pretexto-incluso el religioso- era válido para hacerse notar. En esta circunstancia se ha querido ver el origen o desencadenante del tradicional “pique” entre las calles.

La procesión de la Santa Cruz el 3 de Mayo servía de excusa para fomentar la rivalidad, hasta el punto que terminó desplazando el verdadero sentido religioso de la celebración. Capilla 1987

Se comenzó rivalizando por el embellecimiento de las calles con enrames florales. Y es de suponer que a partir de la segunda mitad del siglo XIX se agudizara el pique, al erigirse los nuevos recintos o capillas destinados a la entronización de la Cruz en ambas calles, distantes del templo principal de Santiago Apóstol, donde tenían lugar los festejos dentro y fuera de la Iglesia. Al principio, la actividad quedaba reducida a enramar y echar una lluvia, y las ruedas de fuego y los regueros desde las casas como promesa eran la única pirotecnia.

Puede afirmarse que es a partir de la postguerra española cuando se inicia el auge en la que es calificada como frenética carrera recaudatoria para ver que calle supera a la otra en fuegos de artificio, en calidad y en cantidad. Las cifras nunca se revelan del todo porque hasta última hora se está pidiendo “la perrita para la Cruz” y siempre surgen sorpresas.

Anédota que hoy es recordada con gracia, pero que pudo resultar una auténtica desgracia fue cuando los vecinos de la Calle del Medio vieron perturbada su paz por la metralla de un cañón auténtico que los vecinos de la del Sol habían traído de su emplazamiento en el Fortín de San Fernando en la Rambla de Castro (1808), expresamente para amedrentar a sus “rivales” a una distancia de escasos 40 metros. No hubo que lamentar daños personales. Sólo que aumentó el regocijo de la Calle del Sol y pánico en la del Medio (Es de suponer que en sucesivas ediciones de la fiesta, unos y otros buscarían su revancha)

Esta circunstancia del “pique” entre las calles, según opinión muy generalizada, ha sido la clave fundamental para la supervivencia de la fiesta. Resulta sin lugar a dudas, el componente, más esencial de la fiesta.

Es curiosísimo, por ejemplo, el hecho constatable de que cada vecino busca por estos días sus raíces, su pertenencia a una mitad, a una calle. Y el criterio de adscripción es el lugar de residencia durante la infancia y juventud, no necesariamente el conyugal actual. Este extremo revive y complica el pique entre ambas mitades.

Hemos de recurrir a la memoria colectiva no escrita para consignar muchos de los detalles que corroboran el asunto del pique. Por lo que se refiere concretamente a la Calle del Medio, los más viejos del lugar transmiten sus vivencias: al llegar a la Cruz la procesión, se colocaba una piñata de flores y palomas blancas, y a ambos lados de la calle lámparas confeccionadas con papel, cartón y verga.

Por lo que se refiere a la víspera del gran día, recorría el trayecto de la calle una cabalgata anunciadora, que incluía carroza y banda de música. A su fin, los de cada calle hacían guardia a su respectiva cruz, y de paso visitaban la del contrario para ver si estaba mejor enramada. Los voladores son contiRecuerdonuos de una calle a otra. Y en la misma procesión del día 3, se suman los gritos al conjunto de brillantes colores, curiosas formas y fuertes estampidos con que se cubre el cielo en la mágica noche realejera.

No cabe duda de que cada cruz tiene un tono diferente, y cada cual la adorna con sus mejores artes y afectos. La Cruz de la Calle del Medio se ve como más alta, empinada y estrecha, pero éste es un detalle que sólo se advierte cuando va a mirarse con excesiva minucia.

Lo cierto es que, como siempre se dice, con el pique que hemos intentado describir con palabras quien gana es la Fiesta de la Cruz en los Realejos. Lo demás es anécdota popular, aunque desde fuera sea visto como un despilfarro o un derroche sin sentido. Lo cierto es que a través de esto se identifica y cohesiona un pueblo frente al exterior.

La historia total de Cruz de la Calle del Medio está por escribir. Nos consta que gran parte pervive gozosa y fresca en el recuerdo de los moradores de este enclave realejero, y sería cuestión de apresurarse a registrar el recuerdo en forma de libros u otros soportes técnicos. Si no se ha hecho, si no se hace, estimamos que se debe al propio carácter de la fiesta, la tradición de continuar lo que los antepasados llevaron a cabo, fruto del arraigado culto a la venerada enseña en estas tierras, ya desde su incorporación a España, allá por el siglo XV. Seguro que sería interminable reunir las entrañables páginas que anidan en la egión de agradecidos a la Cruz por sus favores a lo largo del tiempo.

Álvaro Hernández Díaz, 1995


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